Este nombre proviene del uso que se daba en la Grecia Clásica al término καλός que significa "bello" y ἀγαθός, "bueno". Es decir que comprende la idea circunscrita por las palabras "bueno" y "honrado". Werner Jaeger lo resume como "una formación espiritual plenamente consciente” que estaría fundada en "una concepción de conjunto acerca del hombre".
Este es un espacio dedicado a la reflexión sobre la historia primigenia argentina y otros temas que le interesan a su autor.
¡Qué importante poder estudiar y percibir las grandes perspectivas historiográficas
de la historia Argentina del siglo XIX!
En ese quehacer, emplear todos los elementos acordes para la comprensión de la
formación colonial rioplatense, sin perderse de la reforma, crisis y ruptura del orden colonial. En un período posterior la naturaleza y consecuencias de la revolución de mayo. Y desde ahí, los intentos de formación
de un nuevo poder estatal y sus límites. Esto permitirá vislumbrar la cuestión regional, las tensiones entre
centralismo y federalismo y consolidación del predominio bonaerense, con paso obligado por el ocaso del
rosismo y proyectos de organización nacional. Para poder hablarse finalmente de una construcción y consolidación del
Estado nacional.
Para el siguiente post nos abocaremos a analizar en qué contexto fue convocado el Congreso de 1824, cuáles fueron sus principales disposiciones, qué cuestiones claves explican su fracaso, y las repercusiones en torno a la cohesión de la elite dirigente porteña.
El Congreso de 1824 se dio en un contexto de
consolidación de las autonomías provinciales, la necesidad de fortalecer las
instituciones, además de la definición y el reconocimiento de la nueva
identidad nacional. El año veinte es marcado por varios eventos. En primer lugar, la disolución del Congreso
Constituyente del diecinueve. En segundo lugar, la caída del directorio en la
batalla de Cepeda en febrero de 1820. Finalmente, el debilitamiento del poder
central, evidenciado en la derrota frente a los gobernadores de Santa Fe y Entre Ríos, y la firma del tratado del Pilar. En este tratado quedaba asentado que la
futura organización del país seguiría el modelo de la federación. Esto generó
una lucha entre centralistas y confederacionistas; enfrentándose en la
configuración del nuevo poder provincial la ciudad y el campo.Esta lucha facciosa caracterizó al fatídico
año veinte, y conllevó la construcción de un grupo dirigente cohesionado y
heterogéneo en su origen. Este grupo fue conocido como el Partido del Orden,
que tuvo como tarea primordial modernizar las estructuras heredadas del
colonialismo. Cuando se propuso organizar al país bajo un Estado unificado en otro congreso constituyente, resurgió la cuestión sobre quien recaía la soberanía,
pueblo o pueblos.
Entre 1821 y 1824 el poder político provincial se
organizó, esta etapa es conocida como la feliz experiencia de Buenos Aires, donde las
reformas fueron aplicadas con libertad y sin resistencia. En ella se presenta un
nuevo régimen electoral que incorpora políticamente a la campaña, con ello permite afianzar la presencia del estado provincial en el interior del territorio
bonaerense y conformar una elite dirigente de base urbano rural. Se dicta la
ley electoral que instaura: en primer lugar el sufragio universal, en el que
participaban varones libres, mayores de veinte añoso emancipados, con el que se
lograría poner freno a las facciones policías o logias; en segundo lugar el
voto directo, que terminaba con las funciones de las figuras coloniales tanto del
Cabildo como del grupo intermedio de electores, que estaban encargados de
controlar y manipular los procesos electorales. En este contexto la sala de
representantes, esta institución creada en plena crisis del año veinte cuando
cae el poder central, se erige en el poder legislativo del Estado de Buenos
Aires y en junta electoral cada tres años.
Las principales disposiciones del Congreso en una
primera etapa, moderada y prudente, fueron: la Ley Fundamental, que delegaba el
Ejecutivo Nacional provisorio en la provincia de Buenos Aires, dado que quedaba
encargada de la guerra y las relaciones exteriores; y la ley que creaba un
Ejército Nacional. Para el 1824 el cónsul británico propone firmar un tratado
de reconocimiento de la independencia rioplatense simultáneamente a un tratado
de amistad y comercio –firmado a mediados del 1825, y resurge el tema de la
soberanía, ahora un doble problema: el primero, definir el sujeto de la
soberanía, en nombre de quién se firmaría, dado que las provincias se habían
erigido como Estado independientes, la soberanía resida en la nación o en las
provincias. Otra cuestión era el problema de la pasividad de Buenos Aires
frente a la situación de la Banda Oriental, ocupada por el imperio portugués
desde 1817, y que desde 1822 hacia parte del ahora imperio del Brasil, dado que
Don João VI se había vuelto a Portugal con su corte y el nuevo emperador era su
hijo Don Pedro I.
En la segunda etapa contó con posiciones más
radicales y una escisión política que ya no era apenas entre unitarios y
federales, sino en el seno mismo del Partido del Orden. Las disposiciones del
segundo momento del Congreso fueron: la creación de un Banco Nacional; la
sanción de la Ley de Presidencia, que instauraba un ejecutivo nacional, y para
el cual fue llamado Bernardino Rivadavia, aunque contaba con la oposición de
Manuel Moreno, quien la concebía como una violación a la Ley Fundamental que
restringía las atribuciones del Congreso; la Ley de Capitalización, que
proponía la ciudad de Buenos Aires como capital del poder nacional recién
creado con un territorio federal – eso constituía un problema para la provincia
que perdía su principal fuente de ingreso fiscal y produjo una aun mayor
escisión en la elite dirigente porteña que se veían directamente afectados en
esta decisión que podría producir una separación de la ciudad y del campo; para
el 1826 la promulgación de la Constitución, que creaba en las provincias
Concejos Administrativos electivos, establecía el voto directo para
representante de la Cámara de Diputados y el sufragio indirecto para la
constitución del Senado y la elección del Presidente.
Entre los factores que condujeron al fracaso del
Congreso Constituyente, están: en primer lugar, la imposibilidad de acordar en
el tema de la soberanía; en segundo lugar, la guerra con el Brasil; y por
último lugar, la guerra civil. Cuanto a la soberanía, fue un tema que entrelazó
todos los proyectos presentados, los diputados se enfrentaban por la
preeminencia de la soberanía nacional por sobre la de las provincias, aunque
coincidían en que la nueva nación tenía su origen en un pacto concertado entre
los pueblos que la conformaban.
La guerra con el Brasil fue desatada en
pleno desarrollo del Congreso. Esta no sucedió hasta agotados los intentos aunque
frustrados de diplomacia, y la esperanza de que Buenos Aires tome una posición frente al
conflicto. Esto debido a la Ley Fundamental, que había creado un poder nacional
provisorio y delegado en el gobierno de Buenos Aires la guerra y las relaciones
exteriores. García, el ministro de Guerra, tuvo que comunicar a Brasil la
decisión de incorporar la Banda Oriental a las Provincias Unidas, medida que
estaría respaldada por la fuerza.
La guerra formalmente declarada consistió en varias
victorias de las Provincias Unidas en el espacio terrestre, pero una agotadora
supremacía brasilera en el marítimo. Con la prolongación del conflicto y el
ahogo financiero por el bloqueo del puerto por las flotas brasileñas, tanto los
intereses locales como los ingleses se veían afectados. Buscaron los ingleses,
autorizados por el tratado firmado en el 1825, poner fin al conflicto. No tuvo
éxitos con el imperador brasilero, pero sí con el debilitado gobierno pacifista
de Rivadavia, que admite la devolución de la Banda Oriental al Imperio. Hecho
que tuvo varias consecuencias: Rivadavia renuncia a su cargo y al congreso, en
el primer asume Dorrego y Vicente López y Planes el segundo, además es abolida
la Ley de Capitalización y el Congreso restaura la provincia de Buenos Aires a
su anterior situación institucional, pero con las tensiones internas y
interprovinciales y con la renuncia de López se disuelve el Congreso, ya
Dorrego tiene frente el ahogo del bloqueo firma la paz con el Brasil, y se
reconoce definitivamente la independencia de Uruguay. Su gobierno tiene fin a
manos de la revolución armada dirigida por el general Lavalle en 1828. Por último, la conflictiva situación interprovincial
que condujo a la guerra civil en el Interior, es consecuencia evolución
política que tuvo: el tratado de Cuadrilátero, que aseguraba una alianza de
paz, amistad y defensa mutua entra las provincias del Litoral y Buenos Aires;
la oposición cordobesa a Buenos Aires; el apoyo inicial de La Rioja, aunque
luego por las coaliciones interprovinciales se cambió; y el detonante final, el
problema de sucesión de los gobernadores de Catamarca y San Juan, que fueron
asistidos por La Rioja y Mendoza. Esta guerra civil encumbró a Quiroga en el
interior, luego de sucesivas victorias. Una vez disuelto el Congreso y restablecida la sala
de representantes, las elecciones ya no eran iguales, debido a la escisión
política generada por las distintas opiniones entre unitarios y federales que,
aunque antes estaban, eran irrelevantes. Estas posturas demuestran que no hay
homogeneidad de opiniones, además con el aliciente del voto directo, llevó a la
elite dirigente desarrollar una maquinaria electoral, para perpetuarse en el
poder. Por una parte, con la fundación del nuevo régimen representativo se
consolida un grupo reducido de notables que se sucedían en el poder mediante la
práctica de candidaturas. Como se utilizaba el sistema plurinominal por
acumulación de votos, ellos garantizaban su presencia en la mayor cantidad de
listas, diseminadas por la prensa. Esto produjo una creciente fragmentación
interna de la elite dirigente, y constituía una amenaza a la estabilidad del
orden político. Por otra parte, luego de la revolución decembrista de 1828 la
creación de la lista única, capaz de ser consensuada por el conjunto de la
elite. En ella el pueblo votaría a la lista de notables elaborada desde la
cúspide del poder político y así superar la conflictividad producto de las
divisiones internas.
Textos Utilizados:
Marcela Ternavasio, “Entre
la Deliberación y la Autorización. El régimen rosista frente al dilema de la
inestabilidad política” en N. Goldman y R. Salvatore Caudillos Rioplatenses, nuevas miradas a un viejo problema, Buenos
Aires, Ed. Eudeba, Buenos Aires,1998
pp. 159-188.
Marcela Ternavasio, “Las
reformas Rivadavianas en Buenos Aires y el Congreso General Constituyente”, en:
N. Goldman (directora), Nueva Historia
Argentina. Revolución, República, Confederación (1806-1852), Buenos Aires,
Sudamericana, 1998. pp. 158-197.
Marcela Ternavasio, “Nuevo
régimen representativo y expansión de la frontera política. Las elecciones en
el estado de Buenos Aires, 1820-1840” en A. Aninno (comp) Historia de las Elecciones en Iberoamerica, Ed. FCE, Buenos Aires.
1995. pp. 65-105.
Noemí Goldman, "Los
orígenes del federalismo rioplatense" en, Goldman Noemí (directora), Nueva Historia Argentina. Revolución,
República. Confederación (1806-1852) tomo III, Buenos Aires, Sudamericana,
1998, pp. 103-124.
Para describir cuáles fueron las herramientas utilizadas por el rosismo para controlar y
disciplinar a los que consideraban enemigos del régimen, es necesario considerar algunas cuestiones como:las
practicas en el control del disenso y de la oposición política; las
formas de control con respecto a la homogeneidad de opinión; y qué momentos dentro del período rosista analiza cada autor.
Las herramientas que Rosas utilizó para controlar y
disciplinar a los que consideraba enemigos del régimen, según Gelman, Lynch,
Salvatore y Di Meglio, fueron: la legislatura, los jueces de paz; la prensa y
propaganda; la policía; y a la iglesia. Se buscaba que la misma homogeneidad de
opinión aplicada en la campaña se viera reflejada en la ciudad.
En primer lugar el control de la legislatura –
criatura del gobernador según Lynch, además del poder Judicial, concedido por
la suma del poder público, donde el ejecutivo goza de poderes extraordinarios
cuyos límites serian establecidos por él mismo. Consistió en una de las
herramientas que más autonomía le proporcionaba a Rosas, pues le confirió la
facultad no sólo de hacer las leyes, sino que las interpretaba, las cambiaba y
las aplicaba. Lynch lo define como un poder sin limites, el autoritarismo total,
al obtenido 1835. Estas facultades dieron sustentabilidad del régimen, y la
posibilidad de controlar todo y todos. Los autores concuerdan que la absoluta
prioridad era la idea de que el pueblo debía apoyar de forma unánime al
gobierno federal. Para ese fin se presentaron dos medidas especificas: las
elecciones, aunque regulares, seguían con lista única, la oficial; y los
plebiscitos, a fin de corroborar aceptación publica de otorgarle a Rosas la suma
del poder público. Ambas contribuyeron a consolidar el régimen de unanimidad y
la hegemonía de Rosas. De los autores, Lynch es que trabaja cómo esta herramienta
influyó para la consolidación de la política rosista.
En segundo lugar, otra herramienta son los jueces de
paz. En relación a sus funciones, tanto Salvatore como Di Meglio están de
acuerdo que estos elaboraban clasificaciones, informes en los que se
confeccionaban los perfiles políticos de los vecinos porteños, los considerados
de alguna forma unitarios quedaban excluidos de cualquier función publica o
militar y recibían vigilancia especial por parte de las autoridades. La
sospecha, o de facto ser unitario, resultaba incriminatorio y desventajoso ante
cualquier pleito en el que se viera el individuo, pues eran enemigos del
régimen. Asimismo Salvatore añade, que encontrarse en ellas conllevaba estar
sujeto a golpizas, prisiones, intimaciones, confiscaciones y últimamente el
asesinato. Estas medidas hacían recordar los peligros de escapar a la
homogeneidad de opinión. Además Lynch, presenta como misión de los jueces de
paz, luego de la aprobación de la ley del sufragio universal, asegurar que las
listas de candidatos oficiales resultaran elegidos, además de cumplir con las funciones
administrativas y judiciales, era también comandante de milicia, jefe de
policía y recaudador de impuestos. Los intitula, luego de 1829, como criaturas
de Rosas, instrumentos impotentes o cómplices de una política expresada en
arrestos, confiscaciones, conscripciones, dirigida contra cualquiera que fuera
considerado unitario. Igualmente Salvatore y Di Meglio hacen mención del
intento de construcción de un sistema de información orientado a controlar las
acciones y expresiones de todos los ciudadanos, mediante la confección de
listas de unitarios, criminalización de las expresiones en contra de la causa
federal, control de las viviendas y de los colores de la vestimenta, había una
forma de ser y un aspecto federal o unitario muy marcado en la fisionomía, los
atuendos y colores. Además según Lynch, para Rosas lo distintivo tanto de los
epítetos de tratamiento como la fisionomía federal constituía un signo de
unidad y lealtad, pero en realidad era una forma de presión, pues ellos estaban
obligados a mostrar conformidad y sus verdaderas inclinaciones.
En tercer lugar, la prensa, según Salvatore, sufrió la
censura previa desde 1833, hecho que generó pocos y moderados opositores. Y los
que apoyaban su gestión se transformaron en una ayuda crucial para diseminar
sus pensamientos y políticas y producir adhesión. Defendían los aciertos del
gobierno, procuraban contrarrestar las criticas de los exiliados, estimulaban a
la población a desenmascarar y denunciar los unitarios, explotó el patriotismo
frente a la amenaza extranjera. Por otro lado Lynch, remonta esta restricción
al año 1831, y para el 1832, la suspensión de los periódicos y una prensa
efectivamente amordazada. Pasaba así a existir como voceros del gobierno
solamente la prensa oficial, entre ellas, la Gaceta Mercantil y el Archivo
Americano. Que se constituyeron como uno de los medios de propaganda rosista,
ellas explicaban y defendían al régimen, y lo presentaban a Rosas como un
defensor del orden, de los intereses nacionales y de la independencia
americana. Hubo además un componente social simbólico legitimador del régimen
atenuado por la propaganda, que en sus eslóganes dejaba muy claras esos
componentes, así como cierta igualdad de clases en el ser federal, donde todos
eran escuchados, aunque servían de forma distintas, uno con sus vidas otros con
sus bienes. Asimismo Di Meglio, deja trasparecer que cuando el bloqueo Francés
fragmentó el poder del sistema, Rosas buscó el refuerzo del apoyo popular, y
para ello se sirvió también de la prensa en la formación de opinión. Por este
medio direccionó el odio popular hacia el rey Luis Felipe, y no hacia los
franceses que residían en Buenos Aires, y así evitar un enfrentamiento armado
con Francia. Algunos grupos disidentes entre el 1838 y el 1841 también se
valieron de la prensa como una tarea propagandista clandestina contraria al
régimen, Gelman los llama de generación romántica. Hubieron unos que creyeron
ser la plataforma ideal para luego pasar a una acción más directa creyendo
contar con mayor apoyo del pueblo cansado de la miseria y la esclavitud. Estos
intentos de derrocamiento se vieron frustrados con las derrotas de Corrientes,
de la guerra en el norte con la victoria chilena frente a la Confederación
peruano-boliviana.
Otra forma de hacer propaganda eran las fiestas
patrias, que también contribuían para control del disenso. Según Di Meglio y
Salvatore, en ellas se representaban los principios del federalismo, la
necesidad de continuar el esfuerzo de guerra y la gratitud de pueblo federal a
Rosas y sus jefes militares. Se buscó también reforzar sus vínculos hacia abajo
al optimar la cercanía por ejemplo la valoración de las mujeres en todo el
preparo de las fiestas, y con los negros de la ciudad al darles de cierto lugar
en las festividades de la ciudad, escuchar sus demandas y a algunos favorecer
con libertad, principalmente aquellos que servían a unitarios, según Lynch, que
los describía como apoyo sumamente útil en las calles y eran parte de sus
seguidores populares. De igual forma Salvatore atribuye la identificación con
la patria, mediante contenidos emotivos y afectivos a los publicistas del rosismo,
que permitian una asociación constante del régimen con la defensa del sistema
republicano representativo, además de una exaltación de la defensa nacional
frente a las amenazas extranjeras. Se justificaría así todas las acciones para
repeler a los que atentaran contra la patria, Rosas se presentaba como salvador
y defensor de la misma, hecho que justificaría sus atribuciones excepcionales.
En cuarto lugar, un factor predominante en el control
y adestramiento fue el papel que desarrolló de forma oficial y paraoficial la
policía. La que en algunas instancias actuaba de forma legal, y parte de ella en
algunas otras veces no, diferencias en las que concuerdan todos los textos. De
forma institucional y legal, se encargaba de la seguridad urbana, control,
denuncia de oposiciones al régimen, reclutamiento de vagos para el Ejército,
factores que tenía gran repercusión entre la plebe porteña, y otros además, en
la vigilancia política. Según Di Meglio, una de las dificultades presentadas en
los otros grupos sociales eran los vínculos barriales, que les permitían
utilizar como defensores a personajes fundamentales de la ciudad, como los
alcaldes de barrio, los tenientes alcaldes, los oficiales milicianos, los curas
y los jueces de paz. Otra seria la legitimidad, dado que no se podía
simplemente matar a los opositores utilizando las facultades extraordinarias,
acción que justificaría plenamente la acusación de tiranía que los emigrados le
imputaban al régimen rosista.
Como paraoficial (no institucional) y con
acciones ilegales se presentó la mazorca. Que era un grupo compuesto por parte
de los empleados de la Policía en actividad, pero que funcionaba fuera de todo
orden, vinculado sólo con Rosas y con la Sociedad Popular, según Salvatore era
su fuerza de choque, y para Lynch eran una organización terrorista. En esto
residió la diferencia con los otros miembros de la Sociedad Popular
Restauradora, que los otros no mataban. Sus acciones consistían en un conjunto
de excesos populares contra las casas y las personas de los adversarios
políticos o disidentes dentro del federalismo, para intimidarlos y obligarlos
al exilio y como en muchos casos, la ejecución. Di Meglio asevera que esta
necesidad se manifestaba de forma apremiante en tiempos de crisis, y Salvatore
aclara que en particular las crisis políticas o militares. El uso de este
cuerpo paraoficial se vio intensificado en el período que va del 1840 al 1842
según Di Meglio, ya para Salvatore residió entre los años que van del 1832 al
1842. Concuerdan que fue un terror selectivo centrado en la elite, matando a
unos cuantos por su oposición al régimen, real o supuesta. Desde la perspectiva
de Di Meglio eso promovió una adhesión más expresiva de la elite porteña a la Sociedad
Popular, que temían por sus vidas y bienes, esa filiación podía ser un seguro
contra cualquier duda acerca de su fidelidad federal y la gran posibilidad de
sufrir una agresión.
Tanto Salvatore como Di Meglio concuerdan que la
elite porteña consistía en el mayor problema para el régimen, pues estaban muy
politizados y divididos internamente además que dominaban la economía de la
provincia. Mientras algunos eran genuinamente federales, otros o habían sido
unitarios o querían el fin del sistema de excepción. El mantenimiento del orden
era lo que ella preciaba, pero el bloqueo francés puso eso en duda, además la
política rosista y la aparente unanimidad empezó a resquebrajarse. Otra forma
de controlar la elite para Di Meglio, fue la mejora en la relación con los
negros que posibilitó a Rosas tener ojos y oídos en todas las casas
aristocráticas, y de esa forma la elite estaba constantemente vigilada. De la
misma forma, Lynch afirma que los negros fueron usados para dos propósitos: el
servicio militar y el espionaje. También presenta a los artesanos que le sirvieron
como otro grupo de controladores, dado su gran influencia en el cotidiano, y
que en su mayoría estaban en Buenos Aires. La existencia de una sociedad que se
patrullaba a si misma permitía que la oposición política estuviera bajo
constante vigilancia. Aun la elite que era la beneficiaria y sostén principal
del régimen rosista, tuvo un rol protagónico en la crisis de las bases de
sustentación del poder. Lynch presenta a la elite como indispensable para el
régimen, en una sociedad altamente polarizada y en la que el status y poder era
conferido por la gran estancia, los estancieros eran los que tenían poder en la
ciudad y en el campo dominaban absolutamente todo, ellos fueron los que votaron
a Rosas para el poder y continuaron votándolo.
Los autores concuerdan que tanto la conspiración de
Maza como la Rebelión del Sur, ambas delatadas en 1839, fueron protagonizadas
por, como dice Gelman, los buenos federales. La última, producto de la reacción
de los buenos federales en contra de la reforma de la enfiteusis, el aumento
del canon, la limitación de la duración del contracto y venta de parte de la
tierras publicas, en un contexto de bloqueo y el intento de una contribución
directa. Para contornar esa situación Rosas prometió premios materiales y
honores a los que se mantuvieran del lado rosista, eso contribuyó a la victoria
y al aumento de las reacciones en contra de los unitarios. Ellas tuvieron como
resultado el juicio legitimo de Ramón Maza y su fusilamiento, y por manos de la
Mazorca el asesinato de Manuel Maza, el presidente de la Sala de
Representantes, del que Rosas acusó públicamente los unitarios. Con el aumento
de la violencia, entre el 1840 y 1842 la población dejó de utilizar todo lo que
se le pudiese relacionar como unitario, y mostrar adhesión al régimen, tanto
por convencimiento o para no ser molestados. Salvatore presenta la seguidillas
de asesinatos a opositores como crímenes del año 40, ya Lynch los menciona como
los peligrosos años 1839 a 1841.
Y por último, la contribución de la iglesia a esa
política de adestramiento y eliminación de la oposición fue contextualizar la
legitimidad sacralizada de la causa federal. En la crisis del 1839 el
establecimiento de las ceremonias idolátricas y adulación a la persona y obra
del restaurador. Rosas impulso a los sacerdotes a terminar sus sermones
afirmando su apoyo a la causa además de la exhibición de su retrato en las
iglesias, que recomendaran el uso de la divisa punzó, hecho que según Lynch produjo
la expulsión por decreto del 22 de marzo de 1843 de los jesuitas por no querer
cumplir con estas normas. Esto producía una difusión de la santa causa, y una
demonización – según Di Meglio- de sus opositores lo que permitía su
eliminación consensuada.
Los autores analizan distintos momentos del gobierno
rosista. Mientras que Ricardo Salvatore presenta un análisis de los dos
periodos de gobiernos de Rosas, Gabriel Di Meglio en su disertación se dedica
apenas a la segunda parte de estas gobernaciones particularmente en el bloqueo
francés, Jorge Gelman es el único en presentar una lectura desde el campo tanto
de las crisis del 1838 al 1840 como de la rebelión de los Libres del sur, por
ultimo John Lynch menciona el primer gobierno pero se centra en la segunda
etapa de gobernaciones. En una sociedad sin partidos
políticos, y formas de comunicación escrita muy limitadas y un electorado
prácticamente analfabeto, en el que la política no se encontraba separada de la
vida cotidiana, era posible hacer política desde distintos ámbitos, y de
diversas formas. Los rumores, las canciones y los chistes que circulaban en las
pulperías, los cuarteles y los fogones formaban parte de la política tanto mas
que lo que ocurría en Palermo o en las redacciones de los periódicos de la
época, de ahí la necesidad imperiosa de inmiscuirse en todos los ámbitos, pero
el incipiente desarrollo del aparato estatal, impidió que el Estado,
supuestamente igualitario, controlara la totalidad de la vida social y privada
de los ciudadanos.
Textos Utilizados:
John Lynch, “Leviatán”, y “Patrón y peón”, en: Juan Manuel de Rosas, 1829-1852. Buenos Aires, Emece. 1984. Cap. 5, pp. 164-192 y cap. 3 101-134.
Jorge Gelman, “La crisis de 1838-1840 y la rebelión de los Libres del Sur” en, Rosas bajo fuego. Buenos Aires, Sudamericana, 2009, pp.47-120.
Ricardo Salvatore, “Expresiones federales. Formas políticas del federalismo rosista”, en N. Goldman y R. Salvatore Caudillos Rioplatenses, nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Ed. Eudeba, Buenos Aires. 1998. pp. 189-222.
Ricardo Salvatore, “La consolidación del régimen rosista” en N. Goldman (Dir.) Nueva Historia Argentina. Revolución, República, Confederación (1806-1852), Buenos Aires, Sudamericana, 1998, pp. 323-380.