Historiografía

viernes, 28 de junio de 2019

LANGLOIS Y SEIGNOBOS: LA EMERGENCIA DEL MÉTODO HISTÓRICO


En este informe nos proponemos recuperar la emergencia del método histórico desde el paradigma positivista a través del pensamiento de Langlois[1] y Seignobos[2], presentado en su libro: Introducción a los estudios históricos[3]. Para cumplir con nuestro planteo: en primer lugar, presentaremos la génesis de sus pensamientos y con quiénes discuten; en segundo lugar, su dimensión controversial; en tercer lugar, las ideas centrales de los autores en el texto. Estos pasos nos permitirán al final presentar nuestra apreciación de sus aportes a modo de conclusión.
Resultado de imagen para Introducción a los estudios históricosEn primer lugar, en el momento de producción de este libro, se destacaba la narración de hechos heroicos, mientras que en el Renacimiento, se consideraba la historia universal y en el siglo XVIII se interesaban en temas diferentes a los políticos y económicos. Fieles discípulos del positivismo de Compte (1798-1857) quien proponía la utilización de un método único además de suponer la producción de leyes generales, Langlois y Seignobos avanzan en la misma línea de sus pensamientos, aunque a diferencia de su mentor, introducen la necesidad de dotar a la Historia de un método científico y técnico objetivo que le fuera propio. En esto discrepaban también con Simiand (2003), para quien la historia como una ciencia de los fenómenos sociales debía asimilarse a las ya constituidas ciencias positivas de los fenómenos de la naturaleza (p.164).
 Daban énfasis a la cuestión de la exposición, el cómo presentar una obra histórica que fuese la exposición del resultado de una construcción histórica, hecho que nutría el interrogante de Seignobos de “cómo hacer, cuando se es historiador, para hablar sobre la práctica de la historia permaneciendo al mismo tiempo en ‘el interior’ de esta práctica” (Noiriel:1997, pp. 51-52). Esto se debe a que para ellos la historia es una de las disciplinas que necesita estar más consciente de los métodos que utiliza, consideraban que “la mayor parte de lo publicado sobre cómo investigar en historia y sobre el arte de escribir historia, lo que Alemania e Inglaterra se conoce como Historik, es superficial, insípido, ilegible e incluso ridículo” (Langlois: 2003, pp. 48-49). En su concepción los manuales anteriores al siglo XIX en su mayoría resultaban como tratados de retórica y aquellos que les eran más contemporáneos igualmente elementales y predecibles.
Sobre estos historiadores pesaba un contexto en el cual para algunos aun la tarea del historiador era “exponer lo que había ocurrido” (Noiriel:1997, p. 56) además de una escasez documental, de ahí que insistieran en el rigor con que afrontar la visita al archivo. Eso no excluye, sin embargo, que una parte de esas aseveraciones dependieran de una concepción del objeto histórico y del documento que hoy nos resulta reduccionista: precisamente por privilegiar la institución política es por lo que tomaron la fuente escrita, sobre todo de índole diplomática, como documento histórico por antonomasia, dejando de lado otros no menos relevantes.
En segundo lugar, en su dimensión controversial podemos rescatar cómo para ellos la historia ha dejado de ser un arte (Noiriel:1997, p. 57) para convertirse en una ciencia pura, siendo su finalidad la exposición, análisis y cotejo de hechos para indicar los lazos que los unen (Noiriel:1997, pp. 60-62). Según esta perspectiva, la historia se hace de forma indirecta a partir de documentos en tanto huellas de un pasado. Es por esto que se centran en el análisis y crítica de los documentos escritos, pues consideran que son los que conllevan mayor dificultad en cuanto a su comprensión que otra clase de fuentes, que, según ellos, solo valen por su materialidad. Estas premisas son la base para afirmar que el método histórico científico propuesto por ellos ha de ser radicalmente distinto al resto de las ciencias, que se apoyan en la observación directa.
En este método el historiador procede mediante razonamientos para remontar desde las huellas, a partir de la observación material de los documentos, hasta los hechos históricos, ocupándose la crítica del análisis detallado de tales razonamientos. Por eso defienden que la historia, es la disciplina que más necesita que quienes se dedican a ella, tengan una noción clara de la metodología que utilizan.  El historiador pasa a utilizar una metodología le es propia a esta disciplina y difiere de las otras, evitando dejarse llevar por lo evidente, por su intuición, su imaginación creadora  o los primeros impulsos (Noiriel:1997, p. 57).
La elevación del carácter científico del conocimiento histórico a través de las operaciones del método crítico y de la sistematización de la síntesis se corresponde con la declinación de tal carácter en las ciencias sociales debido a las concomitancias en el objeto de estudio de todas ellas: el hombre con su doble condición individual y colectiva, y su dimensión temporal. A diferencia de otras ciencias, para estos profesores la historia consiste simplemente en realizar operaciones sobre los materiales (Noiriel:1997, p. 67), reflexión que les permite conceptualizar el trabajo del historiador como una labor intelectual, abstracto. De ahí que la historia es forzosamente, para Langlois y Seignobos, una ciencia subjetiva, especulativa. 
Estos autores consideran que las operaciones necesaria para la investigación histórica son posibles mediante una división y una organización del trabajo, según las cuales un grupo de especialistas pertenecientes a comunidad de investigadores[4] (que comparten lo que Kuhn denominó una matriz disciplinar (Noiriel:1997, p. 52)), se dediquen de forma eficaz y eficiente al trabajo preparatorio de la erudición. De esta forma, dichos investigadores se consagrarían a la búsqueda, reconstrucción y clasificación provisional de los documentos, que darán con resultado la monografía y los trabajos de carácter general (Noiriel:1997, p. 70).
En tercer lugar, la idea central del libro es exponer qué se entiende por historia y cómo se debería hacer historia. De esta idea deriva la premisa mayor que proponen inferir los pasos del método crítico: “la historia se hace con documentos”, que son las huellas dejadas por los pensamientos y los actos de los hombres en el pasado, a los cuáles se debe “examinar las condiciones y los procedimientos, e indicar el carácter y los límites del conocimiento en historia” (Seignobos: 2003, p. 46). Llamando la atención a que, hasta ese momento, no se había reflexionado sobre los métodos en historia y menos de la crítica histórica. Argumentan sobre la necesidad de la aplicación de dos procesos críticos al documento, una interna y otra externa. La primera, o crítica de erudición, parte de las características materiales del documento y procede mediante su restitución.  procedencia y clasificación para discernir la probable autenticidad frente a los documentos falsos  o de aquellos que hayan sufrido modificaciones. Una vez concluida esta primera etapa, se procede analizar su contenido mediante un procedimiento que utiliza una serie de razonamientos por analogía para reproducir los estados psicológicos por el que pasó el autor del documento.
Resultado de imagen para Introducción a los estudios históricosUna de las ideas que se repiten a lo largo de toda la obra es el predomino absoluto del documento en el quehacer historiográfico. Los autores proponen la organización y catalogación del acervo documental[5] con el que puede y debe contar un historiador. Se trata de un trabajo de erudición, que, según ellos, es un trabajo básico sin aspiraciones a mayor trabajo intelectual, pero que sí requiere un cuidadoso manejo y metodología. Acorde a eso, presentan como herramientas para el historiador leer correctamente un documento y no ser inducido a errores históricos las ciencias auxiliares (dado que el historiados debe tener un aprendizaje técnico). Cuya principal tarea es permitir que el historiador comprenda el documento según la época en que fue producido. Así los documentos se convierten en la única fuente de información, con un número limitado pero que nunca aumentará.
Finalmente, aunque solo pretende ser un bosquejo de lo que deben ser los estudios históricos, constituye una de las obras más importantes de estos dos autores, resultando ser uno de los manuales de metodología histórica positivista que consiguió mayor audiencia, publicado en su edición original en 1890. Su finalidad era enseñar al estudiante los problemas y las soluciones metódicas en el conocimiento del pasado, además de servir para la reflexión personal de eruditos e historiadores sobre la profesión. El libro comienza señalando lo que debe saber previamente un historiador, hasta llegar a la forma como debe presentar el resultado de sus investigaciones. Para ellos las fuentes y el análisis al que se las somete constituye la base del trabajo histórico. De esta forma, este trabajo requiere un análisis crítico profundo, que es lo opuesto a presentar el primer impulso intelectual. Requiriendo un uso constante de la metodología, tanto para el análisis, como para el razonamiento y la construcción histórica. No obstante el resultado es que todo documento tiene valor en la medida en que, tras haber analizado su génesis, queda reducido a una «observación bien hecha». 
Entretanto no presentan una respuesta final a su propia propuesta de organización de trabajo. Por un lado, sostienen que ella facultaría que todos los documento cuyas huellas no se han perdido lleguen a ser descubiertos, estudiados, expurgados y catalogados. Pero por otro lado, en contradicción a lo afirmado, señalan que una vez que se logre ese objetivo la historia se habrá constituido pero no fijado, sino que continuará modificándose en la medida en que al hacerse más científico el estudio de las sociedades actuales, esto repercutirá en nuestra imagen de las sociedades y los acontecimientos del pasado.


Bibliografía

Langlois, Charles y Charles Seignobos, Introducción a los estudios históricos, Alicante, Universidad de Alicante, 2003  [1898]. Libro I, 1 “La búsqueda de documentación (heurística) y libro 2, 1 “Condiciones generales del conocimiento histórico”.
Noiriel, Gérard, Sobre la crisis de la Historia, Madrid: Frónesis, Cátedra Universitat de València, 1997, cap. 2 “La formación de una disciplina científica”, pp. 51-91.
Simiand, Francois, “Método Histórico y Ciencia Social” (selección), en Empiria, N| 6, 2003.



[1] Charles-Victor Langlois (1863-1929), historiador francés, se destacó a finales del siglo XIX con sus estudios de la Francia de la Edad Media. Fue profesor de la Universidad de París y publicó varios manuales de historia.
[2] Charles Seignobos (1854-1942), historiador francés. Fue estudiante de Fustel de Coulanges. Estudió en la Universidad de Berlín y fue profesor de la Universidad de París. Publicó varios libros sobre civilización francesa.
[3] Langlois, C.V., Seignobos, C., Introducción a los estudios históricos, Título original Introduction aux études historiques, Salamanca: Publicaciones Universidad de Alicante, 2003.
[4]  Cuidad del saber. Noiriel:1997 p. 60.
[5] Sin la catalogación de los documentos existentes, el historiador perdería mucho tiempo y esfuerzo puesto que la consecución de la información (documentos, fuentes) es el primer paso en cualquier investigación histórica. Si los documentos no se encuentran correctamente inventariados y catalogados, el historiador no contará con los suficientes datos. Es importante, entonces, la centralización de los documentos (escritos y objetos), sea en bibliotecas, archivos o museos. 

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