Historiografía

viernes, 28 de junio de 2019

El caso de Brasil




Resultado de imagen para Buffington, Criminales y ciudadanos en el México moderno, Buenos Aires, Siglo XXI, 2001El politólogo brasileño Murilo de Carvalho (Murilo, 1997: p. 81) al analizar la etapa final de la colonia en el Brasil, presenta como antes de la llegada de la corte portuguesa no existía algo que pudiera llamarse patria brasileña, sino un archipiélago de capitanías sin unidad política y económica. Hecho que contribuía en la dificultad de la construcción del panteón cívico constitutivo de la identidad nacional, para el cuál era crucial la importancia de la creación de la figura del héroe[1]. Afirma que: en primer lugar, existen algunos casos donde los héroes son precedentes al nuevo orden de cosas; en segundo lugar, en otros casos se verifican una menor profundidad popular; en tercer lugar, que la creación de los símbolos no es arbitraria. Nos proponemos explicar estas afirmaciones teniendo especialmente presente las características de la política y la sociedad brasileña luego de la independencia. Recordando que los héroes deben responder de algún modo como soporte de la identificación colectiva, el medio para llegar de manera eficaz a la cabeza y el corazón de los ciudadanos, ser la cara de la nación.
Esta nación, que según el análisis de Benedict Anderson (Buffingtom, 2001: p. 10) consiste en un artificio cultural imaginario: “limitada” en su extensión por sus fronteras espaciales; “soberana” por derecho propio; una “comunidad” concebida como una inmensa confraternidad horizontal conciliada por la soberanía “popular” de una ciudadanía imaginaria. El concepto de ciudadanía para Marshall (Murilo, 1995: pp. 9-12) presenta tres elementos constitutivos: los derechos civiles, que garantizan la vida en sociedad; los derechos políticos, que garantizan la participación en el gobierno de la ciudad; y los derechos sociales, que garantizan la participación en la riqueza colectiva.  Donde los ciudadanos pueden ser considerados plenos si gozan de los tres tipos de derechos, incompletos si gozase apenas algunos de ellos y no ciudadano aquél que no se beneficia de ninguno de ellos. En el caso brasileño los derechos políticos persistieron extremadamente precarios, los civiles prácticamente inexistentes y los sociales tímidamente presentes, mediante algunas medidas luego de la firma en 1919 del Tratado de Versalles y del ingreso del país a la Organización Internacional del Trabajo. La declaración de independencia que fue en 1822 no presentó cambios notables al pasar de una forma de gobierno a otra en el progreso de los derechos, dado que la independencia no significó la conquista inmediata de los derechos de la ciudadanía. Debido a que no había una sociedad política; no había repúblicos, esto es, no había ciudadanos[2].
El Brasil heredó una tradición cívica poco alentadora, por un lado, una enorme colonia dotada de unidad territorial, lingüística, cultural y religiosa; por otro, una población analfabeta, una sociedad esclavista que negaba la condición humana del esclavo, quien tuvo que esperar hasta 1888 para la abolición de la esclavitud, aunque eso no significase igualdad efectiva; así como, una economía latifundista (prácticamente ajena a la ley) y monocultora, también se desarrolló la ganadería y la minería; además, un Estado policial y fiscalizador comprometido con intereses privados. La combinación de esclavitud y latifundio era negativa para la formación de futuros ciudadanos, dado que el esclavo carecía de derechos civiles, impedía el desenvolvimiento de las clases sociales y de un mercado de trabajo. Ni mismo los blancos eran todos iguales ante la ley, sino que el ciudadano común recurría a la protección de los grandes propietarios, quedando a merced de los más fuertes y de los coroneles, demostrando el conflicto entre el poder del Estado y el poder particular de los propietarios, en un Brasil que hasta 1930 era un país rural con una economía exportadora de productos primarios[3]. El coronelismo, por su parte, impedía la democracia porque negaba los derechos políticos, dado que en sus haciendas y territorios imperaba sus leyes, sus trabajadores y agregados no eran ciudadanos del Estado brasileño, sino súbditos del coronel.
Resultado de imagen para Sabato, Hilda (coor.), Ciudadanía política y formación de las naciones, FCE y el Colegio de México, México, 1999.La educación luego de la expulsión de los jesuitas en 1759, pasó a manos del gobierno, pero de forma totalmente inadecuada. En 1872, 50 años después de la independencia, sólo 16% de la población sabia leer. La aceptación de una jerarquía social de múltiples estratos continuó caracterizando a la sociedad brasileña durante la mayor parte del siglo XIX, en donde el paradigma jerárquico brindó un medio de asegurar el orden social porque disipaba las tensiones sociales. En el caso mexicano, los nacionalistas reconocieron que para dotar de vida a su comunidad imaginaria se requería la reconstrucción del súbdito colonial y uno de los medios era la educación. A la hora del ejercicio de los derecho civiles y políticos, leer y escribir constituía una poderosa herramienta, pero no interesaba ni a los señores de esclavos ni a la administración colonial brasileña difundir esa arma cívica. Se puede verificar en el Brasil que los derechos civiles beneficiaban a pocos y los derechos políticos estaban limitados a una parte muy pequeña de la población. En América española la realidad era muy diferente, a fines de la época colonial había cerca de 23 universidades, tres de ellas en México.
Desde el contexto presentado queremos analizar la construcción del panteón cívico constitutivo de la identidad nacional. En primer lugar, existen algunos casos donde los héroes son precedentes al nuevo orden de cosas o el surgimiento de la nación moderna, como en el caso de la América española. En la que el proceso independentista se dio mediante grandes campañas de liberación con movilización tanto de ejércitos y caudillos libertadores como Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardo O’Higgins o Antonio José de Sucre, como de jefes populares, en el caso mexicano de Miguel Hildalgo y José María Morelos. México aspiraba la condición de nación moderna, luego de la independencia, y pese a casi un siglo de guerras civiles por el control político, en su mayoría las elites mexicanas definieron el progreso político económico y social en términos nacionalistas. En el cual una colectividad marcadamente heterogénea pasó a ser el “pueblo” mexicano, al menos en la imaginación oficial, además la clase gobernante aplicó un nutrido repertorio de políticas sociales para inducir la formación de auténticos ciudadanos. Porfirio Diaz, así como algunos invetigadores han señalado la importancia de actividades estatales como la educacion pública laica para la consolidación nacional, así inculcar valores modernos y fomentar la identidad nacional a través de una reconstruccion del pasado en la que insistia o se imaginaba como la experiencia historica común a todos mexicanos.
Resultado de imagen para La formación de las Almas. El imaginario de la república en el Brasil, U. de Quilmes, Buenos Aires, 1997.En segundo lugar, refiriéndonos al caso de Brasil en el que desde la colonia hubo pocas manifestaciones cívicas y con movimientos independentistas de menor profundidad popular. Donde aun cuando el pueblo lo apoyó no tuvo en ella un papel decisivo en comparación con los Estados Unidos e incluso con la América Española, de esta forma sería incorrecto afirmar que fue fruto de una lucha popular por la libertad. El Brasil no tuvo una larga y sangrienta guerra de independencia, sino que fue un proceso pacífico y negociado. En el cual los principales jefes de la independencia fueron el hijo de rey de Portugal, el príncipe don Pedro y un alto burócrata metropolitano brasileño, José Bonifacio de Andrada e Silva. Quienes lograron la independencia de Portugal luego del pago de una indemnización de dos millones de libras esterlinas, convenida gracias a la mediación inglesa. De este modo se había independizado sin convertirse en nación y sin alterar su estructura social ni el concepto de individuo dentro de ella. El Brasil colonial estaba conceptualmente dividido en estados, aunque no pueda ser considerado como ejemplo acabado del modelo estamental dado que vivía dos vidas simultáneamente: una del Ancièn Regime, de órdenes y jerarquías horizontales, y otra, nueva, en la cual los ciudadanos ejercían poder de manera igualitaria, eligiendo a sus representantes a través de comicios, pero en donde los valores de la libertad individual no pesaban mucho.
Luego de la independencia se implantó un gobierno al estilo de las monarquías constitucionales europeas. El constitucionalismo exigía la presencia de un gobierno representativo, basado en el voto de los ciudadanos y en la separación de poderes políticos. Constituido mediante una elección indirecta, frecuentada por muchos, sea porque los convocaban sus patrones, las autoridades, los jueces de paz, los delegados de la policía o los comandantes de la Guardia Nacional. Con un voto masculino adulto y de carácter censitario, en el cuál los analfabetos podían ejercer su derecho, aunque esto último fue restringido luego de la reforma de 1881 y sin cambios tanto luego de la proclamación de la República en 1889, como durante el gobierno de las oligarquías estatales o coronelismo. Muchos de ellos jamás habían votado durante la colonia, tampoco sabían qué significaba un gobierno representativo, además como no fue revolucionario el aprendizaje democrático tuvo que ser, forzosamente, lento y gradual. La ideología liberal en la medida en que se preocupaba por promover la igualdad, destruyó el lugar particular que se había reservado para los negros y mulatos dentro del viejo sistema de una sociedad de órdenes, no tomó en cuenta la esclavitud sino que la hizo un lado como si no existiese, fue vista como un mal necesario pero no positivo con un racismo implícito en los abolicionistas pasando luego de la abolición a un racismo científico. Esta nueva ideología repercutió directamente sobre el destino de la gente de color en la restricción del derecho a portar armas por parte de los negros libres, o la organización por separado de milicias armadas en un ejército en que sus filas estuvieron predominantemente formadas por afrobrasileños, extintas luego de la independencia, aunque aquellos que pertenencias a los rangos militares más bajos fueron relegados de sus cargos. Repercutió también en las cofradías o las irmandades como estructuras comunales de contención y ayuda mutua, dado la aplicación de principio del capitalismo como la igualdad e individualismo y una mayor secularización que contribuyó a que el Estado no las considerase como expresiones de intereses de grupo. En su lugar se originaron los cantos, que eran grupos de hombres libres y esclavos, disponibles para ser contratados. También trascendió en la imitación para participación en las elecciones dado que lo criados de servir serían excluidos, siendo los agregados clave del éxito electoral, Brasil se erigía como una democracia racial. De esta forma el liberalismo y la introducción de una sociedad de clases significaron menores oportunidades y una existencia mas dura para la gente de color en Brasil.
En esta sociedad rural dominada por grandes propietarios, el pueblo a menudo encontraba otras formas de manifestarse, aunque ninguno de los levantamientos populares tuvo un programa y ni siquiera ideas claras sobre sus reivindicaciones sino que luchaban por los valores que amaban. La yuxtaposición del carácter multirracial de la sociedad y la continuación de la esclavitud negra en todo el territorio presentaba problemas especiales para la configuración de una ideología coherente, en sintonía con eso, muchos abolicionistas aducían la razón nacional como justificativa para su causa. La esclavitud consistía también en un peligro para la defensa nacional, pues impedía la formación de un ejercito de ciudadanos y debilitaba la seguridad en la retaguarda, además muchos libertos también tenían esclavos. Para miles de esclavos no existía ni un mínimo de libertad individual y mucho menos ciudadanía, los esclavos en cuanto propiedad constituían una categoría regulada; pero lo negros libres no eran legalmente diferentes de los blancos y con escasas excepciones, desaparecían de las leyes, presupuestos y discursos oficiales, educación y empleo. De esta forma el prejuicio racial en Brasil ha dado origen a un siempre cambiante, ambiguo y mal definido juego de encuentros raciales.
Resultado de imagen para Desenvolvimiento de la ciudadanía en Brasil, Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México, México, 1995.A fines el siglo XVIII estallaron cuatro revueltas, tres de ellas encabezadas por elementos de la élite, en su mayoría para protestar contra la política metropolitana y a favor de la independencia de ciertas comarcas de la colonia. Dos tuvieron lugar en donde se hacia sentir la fuerza del fisco con mayor peso que es la región de minas de oro y diamantes. El movimiento conocido como Desconfianza Minera (1789), que fue reprimido antes de que los rebeldes pasaran a las vías de hecho, estaba encabezado por militares, hacendados, sacerdotes, poetas y magistrados quienes intentaron establecer en Minas Gerais una república independiente. Una revuelta de tipo racial y social tuvo lugar en 1798 en Bahía, la cual fue reprimida con rigor, estaba encabezada por militares de baja graduación, artesanos y esclavos, casi todo negros y mulatos quienes luchaban contra esclavitud y el dominio de los blancos. La Revolución Pernambucana o Revolución de los Padres (sacerdotes) en 1817, fue la última y más importante del período colonial, llegaron a controlar el gobierno durante un par de meses, hasta que fueron derrotados, estos rebeldes eran militares de alta graduación, comerciantes, propietarios y sacerdotes quienes proclamaron una república independiente que además de Pernambuco incluía las Capitanías de Paraíba y de Rio Grande do Norte, se hablaba de patriotas y no ciudadanos, pero de un patriotismo pernambucano y no brasileño.
En tercer lugar, refiriéndonos a como la creación de los símbolos no es arbitraria, es importante entender que el Brasil era una construcción política unido por la continuidad geográfica, un acto de la voluntad nacido más de la mente que del corazón, puesto que la identificación emotiva era con la provincia. Aun después de la independencia la idea de patria continuó siendo ambigua, dado que el patriotismo continuaba siendo provincial, de esa forma la bandera de la República, el himno, la leyes nada tenían que ver con el Brasil. Eran siempre referidos, al territorio de la capitanía y a sus recursos naturales, los argumentos que presentaban a favor de la independencia. Como careció de un proceso de luchas por la libertad alguno de los factores que más contribuyeron a la formación de identidad brasileña fue: el movimiento abolicionista (1881); la proclamación de la Republica (1889); la guerra del Paraguay (1865-1870). En esta guerra se verificó un autentico entusiasmo cívico, manifestado tanto en los batallones patrióticos, como la aparición de la bandera nacional en los periódicos y revistas, así como en las poesías y canciones populares la lealtad a la patria aparecía por sobre la debía a la familia o provincia.
Si bien la República fortaleció las lealtades provinciales en detrimento de la lealtad nacional, tuvo mayor adhesión de las élites económicas y de los sectores urbanos medios, pero contó con una marcada resistencia de los movimientos populares. La población a pesar de que no participaba en la política oficial, de que no votaba, tenía alguna noción sobre los derechos de los ciudadanos y los deberes del Estado, aceptaban al Estado siempre y cuando no violase el pacto implícito de no intervenir en su vida privada y de no oprimirlo con impuestos excesivos. Conscientes de la falta de apoyo popular los republicanos intentaron legitimar el régimen manipulando los símbolos patrios y creando un panteón de héroes republicanos, buscando quién podría funcionar como encarnación de la ideas y aspiraciones populares, como punto de referencia, un símbolo colectivo poderoso al servicio de la legitimación de la República, que cumplía con los requisitos para ser considerado héroe nacional. Como la bandera y el himno ya consistían en símbolos cívicos y los fundadores de la República no contaban con asenso popular, se recurrió a la figura de Tiradentes uno de los jefes de la Desconfianza Minera. Este movimiento fue delatado por Joaquín Silvério de los Reyes al gobernador de la provincia, a cambio del perdón de sus deudas con el gobierno. Los inconfidentes fueron arrestados y condenados. Mientras Tiradentes fue ahorcado y tuvo su cuerpo descuartizado, los otros fueron exiliados en África.
La Inconfidencia Minera se transformó en símbolo máximo de resistencia para los mineros, a ejemplo de la Guerra de los Farrapos para los gauchos, y de la Revolución Constitucionalista de 1932 para los paulistas. Seguramente la elección de Tiradentes como héroe nacional también se dio por la trascendencia de su ubicación geográfica, dado que a partir de la mitad del siglo XIX, su capitanía era considerada como una de las que estaban en el centro político del país. Su trascendencia popular pudo ser notada por varias cuestiones: por un lado, la conmoción popular que generó su condena y ejecución, evidenciada en la tristeza popular cuando en Rio de Janeiro los ahorcamientos eran ocasión de gran excitación y regocijo; por otro, la adopción de la bandera que idearon por el estado de Minas Gerais con su lema "Libertad, aunque tardía” en latin; así como, su figura de mártir que supo morir sin trazos de temor pues se sacrificaba por un ideal, elevado como el Cristo de la multitud.  Esta fue recuperada por los pintores con similitudes a la figura de Cristo, en el semblante de paz frente a los acusadores, se presentó como el mártir ideal e inmaculado en la blancura de su túnica de condenado, dado que la conjura no pasó a la acción concreta esto lo eximió de derramamiento de sangre. Sino que la suya derramada era simiente de cristianos, una víctima no sólo del gobierno portugués sino que también de sus amigos, de un nuevo Judas. Aunque no había ningún retrato de Tiradentes hecho por alguien que lo hubiese conocido personalmente, se desarrolló una simbología cristiana que lo presentaba con barba y pelos muy parecidos a los que se presentan el mesías cristiano, aunque como segundo teniente, el máximo permitido por el Ejército portugués sería un ligero bigote. Durante el tiempo que pasó en la prisión, Tiradentes, así como todos los presos, tenía periódicamente los cabellos y la barba recortados, para evitar la proliferación de piojos y durante la ejecución estaba calvo con la barba hecha, pues el pelo y la barba podrían interferir en la acción de la cuerda.
Después de la proclamación de la República la construcción de su figura como héroe se intensificó, y el culto cívico devino en la declaración del 21 de abril, día de su sacrificio, en feriado nacional en 1890.  Una simbología manifestada en la horca equiparada a la cruz, Río de Janeiro a Jerusalén, el Calvario al Rocío. Aunque la del inconfidente fuese una doble pena: la muerte por horca y repudio como sacrílego. En una país que profesaba el catolicismo, la decapitación era una pena durísima, dado que para la iglesia católica simbolizaba un impedimento para el goce de las vías de purgación para vida eterna, a la que debería ingresar el cuerpo por completo.

Bibliografía:

Buffington, Robert, Criminales y ciudadanos en el México moderno, Buenos Aires, Siglo XXI, 2001, "Introducción”.
Graham, Richard, “Ciudadanía y jerarquía en el Brasil esclavista”, en Sabato, Hilda (coor.), Ciudadanía política y formación de las naciones, FCE y el Colegio de México, México, 1999.
Murilo de Carvalho José, “Tirandentes: un héroe para la República”, en La formación de las Almas. El imaginario de la república en el Brasil, U. de Quilmes, Buenos Aires, 1997.
Murilo de Carvalho, J, Desenvolvimiento de la ciudadanía en Brasil, Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México, México, 1995.



[1]  Ellos funcionan como encarnaciones de ideas y aspiraciones, puntos de referencia, símbolos colectivos poderosos al servicio de la legitimación de regímenes políticos de las naciones modernas. Murilo de Carvalho José, “Tirandentes: un héroe para la República”, en La formación de las Almas. El imaginario de la república en el Brasil, U. de Quilmes, Buenos Aires, 1997, pp. 81-82.
[2]  Este es un concepto importante a la hora de definir la construcción del mito de origen de la República, pues nos remite al grado en que el individuo tiene el goce de la ciudadanía y la sensación de pertenencia a una comunidad. Murilo de Carvalho, J, Desenvolvimiento de la ciudadanía en Brasil, Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México, México, 1995, p. 11.  
[3] En la última década del imperio (…) café, 60%; azúcar, 12%; algodón el 10%. Idem., p.45.

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